Yo siempre fui muy sensible a ciertas cosas y si hay algo que me identifica y que muy poca gente conoce es mi obsesión secreta por los olores, por eso me gusta tanto el invierno y por eso los mayores recuerdos que tengo, los más arraigados, están estrechamente relacionados con el frío...sobre todo los perfumes, el olor de las personas en invierno siempre es más agradable y más duradero, por lo menos en mi memoria. Casi todo el tiempo puedo recordar a personas conocidas sólo por cómo huelen y siempre es una conección placentera. El olfato siempre estuvo atado a mi sexualidad y más de una vez me dormí o viajé en el colectivo oliéndome las manos a escondidas (por más extraño que parezca) rastreando el olor de la persona con la que habìa tenido alguna relación sexual, ocasional o no, minutos antes. Cada persona que besé o que acaricié alguna vez dejó inconcientemente una huella, una marca que el olfato siempre me trajo de vuelta...la nariz le dice a la boca, la lengua le dice al cerebro y el cerebro al resto del cuerpo, a la espalda, al corazón, a la entrepierna. Capaz también por eso los mayores momentos de soledad los sufro en el invierno, el frío profundiza las carencias. Meter la manos heladas en los bolsillos de una campera ajena, dormirme con la nariz hundida en la espalda de alguien y abrazar...solo por el deseo injustificado y hermoso de llenarme los pulmones de su esencia y retenerla.