La miel es un fluido aminorado; tiene cierta consistencia, se deja agarrar, pero luego, solapadamente, se desliza de los dedos y vuelve a sí mismo. No solo se deshace no bien se la moldeó sino que, inviertiendo los papeles, es ella quien se apodera de las manos de quien quería agarrarla. La mano viva, exploradora, que creía dominar el objeto se ve atraída por él y enviscada en el ser exterior. "En un sentido -escribe Sartre, a quien se debe este bello análisis-, es como una docilidad suprema de lo poseído, una fidelidad canina que se ofrece hasta cuando ya no se la quiere, y, en otro sentido, bajo esta docilidad es una solapada apropiación del poseedor por el poseído".
Hace 5 años.
1 comentario:
qué rebuscado, coherente y racionalmente sensible
no me sorprendés
me acordaba del texto de independiente en la tele
mientras estabas en la caja del supermercado
me reí. mucho.
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