sábado

Escribirle de madrugada. Hacerlo por necesidad, porque el impulso es insoportable y te lo demanda con una urgencia vital, como si las manos te dolieran cuando te querés contener. Escribirle como hablarle, como llegar borracho a casa y despertarlo con un beso. Y taparte con su sábana. Y enredarte con sus pies. Te extrañé horrores, y olerlo, con toda la cara hundida en su espalda. Qué bueno que llegué.

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