sábado

A veces también me obsesionan algunas escenas de películas. Armo listas de reproducción con varias de estas escenas y las reproduzco una y otra vez mientras hago cosas en la casa, o acá mismo, en la computadora. No las miro, me gusta escucharlas. Me gusta sentir que soy parte de esas atmósferas, de todos esos climas de diálogos y música. En la vida real todo parece tan banal. Cuando se está triste la tristeza real nunca se siente como la tristeza dentro de una película. Ni la felicidad. Ni el amor. Ni el vacío. El cine lo exalta todo. La palabra no pronunciada, el gesto más pequeño parece trascendental en medio de nuestras pequeñas insignificantes, anónimas, existencias. En el cine todos podemos ser héroes; sino lo somos para el mundo, por lo menos aún podemos serlo para nosotros mismos. 
A veces me gusta imaginar que soy parte de una de esas escenas, una que todavía no existe, o no está editada. Alguien cortará los momentos innecesarios, le pondrá música al vacío de la realidad y en un mundo paralelo alguien como yo encontrará una esquizofrenia como ésta a la cual aferrarse. Cualquier mentira sirve, mientras nos haga soportar el peso de toda esta realidad abrumadora, e inalterable.

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