Resulta que han sido días de pequeñas y grandes revelaciones. Resulta que parece que sí existen las segundas oportunidades, que lo que pasa por segunda vez es la prueba de la teoría, el examen del primer error y, en este caso muy mío, la respuesta tardía (o justo a tiempo) que pedía recibir. Qué suerte que tengo conciencia de todo lo que me rodea y de todo lo que me traspasa, qué suerte que aprendí a pedir perdón, qué suerte que estudié para este examen. Resulta que sigo siendo yo porque la esencia no es modificable, resulta que sigo mirando las estrellas con los ojos abiertos frente a vos, que tengo el corazón incontenible y los besos más valientes, que sigo durmiendo con el celular en la mano preparado para sonreirle a tu palabras si es que un día querés pensar en mí a cualquier hora de la madrugada y hacérmelo saber a la distancia, sólo porque sí. Resulta que dicen que es un año de revoluciones. Y de resignificancias. Y de inviernos de a dos. Y resulta que ya no es más por casualidad, o porque qué se yo. Mi vida es una continua causalidad y todo lo que vivo, para bien o para mal, es efecto de algo que yo mismo elegí. Resulta que sigo siendo yo. Mucho más yo que antes, en ejercicio constante por ser una mejor versión de mí. Y que una mirada en el séptimo vagón de un tren no es sólo una mirada en el séptimo vagón de un tren. Toda mi vida desde que nací, todas las elecciones que hice, todo lo que viví por azar y por decisión propia, me llevó, inexorablemente, como un designio, a ese instante en particular...y no a otro.
Hace 5 años.
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