viernes

Hoy llegué al andén del subte y en uno de los bancos donde la gente espera a que llegue el tren había un hombre totalmente borracho, llorando y hablando solo. Hace unos días, en ese mismo andén y en esos mismos bancos, otro hombre mayor roncaba. Se había quedado dormido sentado, doblado sobre sí mismo hacia adelante, y en esa contorción imposible, soñaba y todo. En los dos casos, ante el hombre que dormía y el borracho, me detuve cerca a ellos y me quedé mirándolos. La gente suele huir de esas situaciones, sienten como un susto cuando chocan visualmente con la imagen que los incomoda y aceleran el paso para adelantarse y dejar a sus espaldas lo que sea que les arruine la mañana, en caso de que los haga pensar demasiado. Nadie quiere empezar a pensar desde tan temprano. Yo siempre me pregunto si esa gente que amanece en el andén estará sola en el mundo, si no tendrá familiares. Me pregunto si tendrán que inventarse presencias para hablar y me genera harta curiosidad saber de qué hablarán y si, en medio del balbuceo incoherente, el borracho alguna vez tendrá un fogonazo de conciencia verdadera y aprovechará para desahogarse de una culpa o un dolor. Si le dirá algo a su hijo o a su mujer. O a un amigo. O al mundo. O si se dirá algo a sí mismo. Cuál será su ancla? Qué hará que no se mate, que no salte a las vías que tiene adelante, un hombre que no tiene nada que hacer en este mundo más que hablar con fantasmas?

No hay comentarios.: