jueves

Ayer ví un video del rescate de una ballena en una playa de Brasil. La ballena había estado veinte horas atascada en la orilla hasta que alguna embarcación parece ayudar a jalarla hacia lo hondo. En este video en particular no se ve la embarcación, pero se escucha el motor. La ballena libera un poco de aire y agua por el espiráculo y unos segundos después, claramente con mayor libertad de movimiento, levanta la cola en un gesto que a los humanos nos gusta sentir que tiene que ver con el agradecimiento. Yo también lo creo. Ese movimiento de la aleta hizo que la playa repleta de gente se hiciera eco de gritos fuertísimos de alegría, unos gritos recontra emocionantes que arrojan un poco de luz sobre la oscuridad constante en la que que yo creo que las personas mantenemos a los animales, y al planeta en general.
Hay momentos en la vida (en la vida propia, personal de cada uno de nosotros) que son como el rescate de esa ballena. Un momento de resplandescencia pasajera que se convierte en un recuerdo "elástico" y que se expande desde que sucede hasta que dejamos de existir. Esos momentos comprenden lugares y comprenden personas, y cosas y palabras. Olores, o silencios. Un mar o un cielo.
Gracias por la luz de estos días. Los miro en estos segundos de video y me enfrento al vértigo de la desaparición cada vez. El vértigo del no volver a ver, de la última vez. Somos puntitos demasiado pequeños en una inmensidad inabarcable. Los veo respirar y pestañear, veo como el cuerpo se mueve cuando los pulmones se llenan y se vacían de aire. Es un milagro que sean mi familia. Y es un milagro que todo ésto pase.


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