jueves

La relación con mi vieja es una mierda. Una mierda de las posta, de las que huelen muy mal y que no traen buena suerte, como dicen. Resentimientos de cosas que pasaron cuando yo era chico, conflictos no resueltos. En fin, una mierda. Y sin embargo, recién la escuché tararear algo en la cocina y me sonreí. Por un momento pareció llenar ese lugar de mamá idealizada, y su voz fue un bálsamo tierno y muy dulce. Me quedo en silencio, escuchando, y pienso que serán estas cosas pequeñísinas, estoy seguro, las que van a rondar a veces, cuando se muera. Si cierro los ojos imagino que la cocina debe estar repleta de luz ahora, y que su pelo se mueve despacio a contraluz, en medio de todas esas partículas de cosas que vemos a veces flotando y arremolinándose en los rayos de sol. Abro la nariz enorme para respirar su perfume. Debe oler hermoso, como todas las mamás ideales.

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