viernes

Nos estábamos riendo, inmersos los dos en el ida y vuelta de la histeria y de la seducción, risita por acá, besito por allá, hasta que le pedí un abrazo. "¿Te puedo abrazar, nada más?". Estuvimos un rato largo. Yo abrí los brazos y él se apoyó, de espaldas, contra mi pecho. Nos separamos cuando empezamos a sentir que era raro. Él no se volvió a reír como se reía antes del abrazo. Y yo no me volví a reír tampoco. 

No hay comentarios.: