jueves

Hace muchos años salía con un chico y fuimos a su casa, donde vivía con su familia. Creo que me quedé a dormir, no estoy seguro, pero era temprano, a la mañana, y fui a la cocina a hacer algo con leche. El sachet  de leche que había ya casi se terminaba así que tenía que abrir otro. Cuando agarré el sachet nuevo lo estaba abriendo con los dientes cuando entró su mamá a la cocina, se rió y me dijo "Pero nenee, cómo vas a abrir el sachet con los dientes, de dónde te sacaron?". La mamá de este chico me detestaba, yo era el primer hombre con el que su hijo salía (públicamente) y el primer novio que le conocía recién salido del closet. Pero lo que dijo, lo dijo en chiste, no quiso ofenderme. Agarró una tijera del cajón de la mesada y cortó de manera prolija la esquinita del sachet que yo ya había desgarrado. Este momento, intrascendente para cualquiera, a mí se me quedó grabado a fuego en la memoria. Ese mismo día me fui a mi casa sintiéndome medio raro por esto, no pudiendo encastrar muy bien en mi cabeza qué era lo que había pasado con ese sachet de leche y la manera en la que uno lo corta.
Varios años después salía con otro chico muy educado, y la segunda vez que fui a su casa se repitió el momento del corte del sachet. No lo abras con los dientes, me dijo. Agarró una tijera y lo cortó suavemente. La semana siguiente yo mismo usé la tijera. El resultado era claro: por supuesto que era mejor cortar el sachet de leche con la tijera, no se desgarraba el envase, no goteaba, la leche salía de manera ordenada. Y se veía bien. No parecía un bruto.
Con ese mismo chico conviví luego, y en esa convivencia entendí por por primera vez cuáles eran las piezas que no podía encastrar aquella primera vez. La crianza, el traspaso de las maneras. La educación. Toda mi vida había abierto el sachet de leche con los dientes porque así lo hacía mi mamá en la casa. A ella no le pudo haber enseñado nadie porque en Cuba no existió nunca este tipo de envase: la leche (cuando había) se compraba en envases de vidrio. Así que supongo que lo aprendió a los treinta y pico de años, sola, acá en Argentina. Lo primero que debe haber hecho fue lo que yo repetí después: romperlo con los dientes.
Son las cuatro de la mañana y todo esto que estoy escribiendo lo pienso hace rato, pero nunca me había puesto a escribirlo. No lo quiero embellecer, ni corregirlo. Sólo necesito dejarlo respirar en algún lado.
Siempre miro el Facebook de ese primer chico. Siempre. A veces creo que lo uso para castigarme. Cuando dejó de salir conmigo se puso de novio con otro y están juntos desde entonces, creo que hace casi diez años. Tiene fotos con el novio, conviven, entrenan juntos, posan con los sobrinos. Son insoportablemente adorables. Obvio que los detesto. No de una manera verdadera, sólo...los envidio. Son el espejo en el que yo nunca pude ni podré reflejarme. La madre le likea las fotos, se las comenta, el padre también, y los hermanos. El padre me citó una vez en su auto y me pidió que por favor no jodiera más al hijo, que lo dejara crecer. Me preguntó de qué trabajaba y me dió mucha verguenza decirle que atendía un locutorio. El nuevo novio del hijo trabaja en un banco. Obvio que no hay charlas en el auto para él. Yo era un villero mal-educado.
Durante toda mi vida tuve un deseo muy grande, una imagen en mi cabeza donde compartía comidas con mi familia y la familia de mi novio. Estas imágenes son siempre ideales, por supuesto. Cuando me enojo con el mundo, siempre direcciono ese enojo hacia mi mamá, que jamás pudo construir ni una familia ni una casa ni un trabajo estables. Todo fueron parejas intermitentes y mudanzas y discusiones con el resto de la familia. Es bastante fácil depositar en ella mis falencias, a veces creo que es injusto hacerlo y otras creo que en realidad no hay otra culpable.
Parece sencillo decirme "Che pero lo que vos tenés que hacer es cambiar eso que te enseñaron mal". Yo podría escuchar eso y de hecho creer que tiene sentido. Pero hay cosas que uno aprende que se convierten en características constitutivas del espíritu, no todo lo que uno incorpora es superficial. Cuántas vidas necesita uno para deshacer toda esa cantidad de cosas? A mí me llevó 14 años darme cuenta de que no se abre el sachet de leche con los dientes.

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