jueves

Hoy venía en el colectivo, en el asiento de atrás, sentado en medio de dos chicos. Eran claramente heterosexuales, pero a ninguno de los dos parecía molestarle que sus piernas y sus brazos rozaran con los míos. Primero pensé que era a propósito y me puse en receptor consciente de alguna señal de seducción posible; luego simplemente me dí cuenta de que no les importaba. A veces cuando tengo un orgasmo cierro los ojos y siento que la cabeza se me desconecta del cuerpo, aunque en realidad ocurra exacto lo contrario. Algo tan potente me sucede que los sentidos parecen no poder contenerlo. Si lo tuviese que describir diría que algo dentro de la cabeza se me abre, como si fuera un tercer ojo. Algo que tiene que ver con otra dimensión, con un desmayo, con un "irse de este plano". Vine en ese estado durante casi todo el viaje, lo escribo y se me pone la piel de gallina. Tenían las piernas hirviendo, el aire acondicionado hacía que las sintiese todavía más calientes. Sus pelos se pegaban a los míos en una cercanía, una intimidad inimaginables. Podía haber puesto mis piernas bajo las suyas, casi hechas un nudo, y ninguno de los dos hubiese hablado. Quería besarlos a los dos, que se besaran entre ellos, verles las lenguas. Quería levantar los dos brazos y abrazarlos. Me estaba volviendo completamente loco, creo que escuchaba un nocturno de Chopin o algo de Debussy. Nada era frenético, era una locura suave, como un mareo, una cabeza tirada hacia atrás, una sofocación, un respirar agitado por la boca. No pensaba en coger, jamás imaginé una penetración, absolutamente todo nacía de alguna cosa química con la piel y con la cercanía que me estaba quemando por dentro, esa energía terrible que se concentra siempre en los pequeños lugares que separan un cuerpo de otro. Dentro de la imposibilidad y algún tipo de deseo. 

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